Los pacientes deberán comprender que no es normal tener dolor, reconocerlo como un problema y buscar ayuda idónea.
El dolor es un síntoma frecuente en pacientes con cáncer. Puede ser la forma de debut de la enfermedad y la que lleva al diagnóstico oncológico o bien aparecer en algún momento de su evolución. O también puede aparecer como consecuencia del tratamiento (luego de una cirugía, secundario al uso de radioterapia o por el uso de algunas drogas). El dolor causa deterioro en la capacidad funcional y acarrea un deterioro en la calidad de vida. Altera la capacidad de concentración, quita el interés en llevar adelante proyectos, altera el ritmo del sueño. No solo esto afecta al paciente, sino también a la familia y allegados.
Para la evaluación y tratamiento del dolor se requiere de la intervención de profesionales de diferentes especialidades, siendo lo ideal contar con equipos de trabajo multidisciplinarios.
Existen numerosas herramientas disponibles (algunas clásicas y otras no tanto):
- Fármacos: antinflamatorios, analgésicos no opioides y opioides (morfina y grupo de drogas emparentadas con la morfina). Corticoides, algunos antiepilépticos, antidepresivos, ansiolíticos.
- Radioterapia o quimioterapia.
- Cirugía para resolver problemas particulares (descompresión de nervios, reparación de defectos óseos, etc.)
- Procedimientos mínimamente invasivos: infiltración o bloqueos nerviosos, relleno con cemento, ablación por radiofrecuencia, neuroestimulación.
- Apoyo terapéutico y emocional.
- Rehabilitación kinésica.
- Procedimientos no convencionales: acupuntura, biorretroalimentación, distracción.
Las respuestas que los médicos podemos dar para ayudar al manejo del dolor de nuestros pacientes es variada y requiere del uso de diferentes de herramientas.
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