Por Pablo Azqueta Arq. *
La responsabilidad ante nuevos desafíos y nuevas normativas, y la necesidad de pensar con criterios sustentables
Energías no renovables más ciudades que crecen
exponencialmente son dos de las razones que llevan a
tomar la sustentabilidad como única salida
Los 7 mil millones de habitantes del mundo se convertirán en 2030 en 8,3 mil millones y a las actuales tasas de crecimiento, la demanda de energía y las emisiones de CO2 se incrementarán en algo más del 50%. En 2020, circularán por las carreteras 1,2 mil millones de automóviles y en 2025, 2/3 de la población mundial vivirá en ciudades. Cómo alimentar, brindar salud, educar, servir y dar vivienda a tal número de habitantes en ciudades que ya comienzan a mostrar síntomas de colapso, son los grandes desafíos del mundo en que vivimos y su respuesta es apremiante. El Planeamiento Urbano, quien tiene un rol protagónico por la magnitud e incidencia de sus decisiones, se reitera en general en el error de apostar a la dispersión urbana en uno y otro extremo de la escala social. Desde los “countries” a los barrios de “viviendas de interés social”, éstas se diseminan en el territorio, la “planificación” apuesta por omisión a megalópolis con grandes áreas urbano-rurales de muy difícil y costoso acceso a los servicios, por la dimensión requerida de las redes para la provisión de agua, cloacas, gas, energía eléctrica, medios y vías de transporte, sanidad, educación, etc.
Por su parte, “La Arquitectura” ignora en general el problema o, a lo sumo, lo agota en el mero discurso o en un irrelevante “greenwashing”.
La energía es hoy un bien escaso y los recursos no renovables como el gas y el petróleo (que constituyen el 90% de la matriz energética primaria del país), presentan un horizonte de reservas de muy corto plazo en el que, su agotamiento, alto costo o inviabilidad económica, resultan cada vez más cercanos.
Pero para dimensionar la incidencia del sector de la construcción en el problema, cabe mencionar que la producción y el funcionamiento de los edificios insumen aproximadamente la tercera parte de todos los recursos energéticos primarios del país, superando incluso a lo que consume el sector transporte y próximo al de la propia industria que genera valor agregado y puestos de trabajo.
Sobre leyes, decretos y normativas
El 21 de diciembre de 2007, mediante el Decreto Presidencial 140, se creó un importante marco legal que dio lugar al Programa Nacional de Uso Racional y Eficiente de la Energía PRONUREE, que se inició con el “Canje de Lámparas de Filamento por Lámparas de Bajo Consumo en el Sector Residencial”, el “Reemplazo de Luminarias en el Alumbrado Público” y continuó, entre otros, con el Etiquetado de Eficiencia Energética de Electrodomésticos (obligatorio en lámparas, heladeras y equipos de aire acondicionado, y voluntario en lavarropas y motores trifásicos), y la creación de la Norma IRAM 11900 (voluntaria) “Etiqueta de eficiencia energética de calefacción para edificios. Clasificación según la transmitancia térmica de la envolvente”. Paralelamente, en la Provincia de Buenos Aires, el 29 de julio de 2010 y luego de siete años de promulgada la Ley 13.059, se publicó en el Boletín Oficial el Decreto Reglamentario 1030* a través del cual se exige que toda obra nueva o “intervención sobre una existente, en su totalidad o parcialmente ya sea in-situ o mediante partes para su posterior montaje”; deberá cumplimentar la Normativa IRAM vigente sobre Acondicionamiento Térmico de Edificios y Ventanas. La Ley se propone elevar las condiciones de confort y salubridad en los edificios y reducir el consumo de la energía utilizada, ya sea en calefacción como en refrigeración, a través de la mejora del aislamiento térmico de la envolvente, tanto de muros, de techos como de ventanas, evitando además los riesgos de humedad por la condensación de vapor de agua.
Esto deberá producir, no sólo un ahorro neto de energía que reducirá las tarifas de los usuarios, sino que permitirá derivar los excedentes a sectores productivos, mitigando a la vez las emisiones de CO2.
Una reflexión sobre el lenguaje arquitectónico
Los edificios icónicos suelen ser tomados frecuentemente como paradigmas excluyentes de la arquitectura de nuestros días en donde la singularidad y la diferenciación manifestada en particular por los valores expresivos de una obra, prevalecen fuertemente por sobre otros condicionantes, al punto de identificarse el término “diseño” con las características formales de una obra. El buen diseño de un edificio se refiere mayoritariamente a sus valores expresivos y distintivos. Es ésta una visión reduccionista y maniquea que es necesario superar.
El aumento y el envejecimiento de la población exigirá más salud y nutrición, alimentos y agua; la creciente urbanización y metropolización requerirá viviendas y construcciones, terrenos y servicios urbanos; la mayor demanda de energía y el cambio climático, exigirán más energía limpia e ingentes recursos. Deberíamos imaginar también un nuevo lenguaje arquitectónico que exprese de alguna manera, los inmensos desafíos a los que nos enfrentamos y las acciones que estamos dispuestos a realizar para afrontarlos, donde la creatividad responsable deberá imponerse a una vacua y extemporánea “originalidad”.
* Existen proyectos similares en distintas etapas de desarrollo en diversas provincias y ciudades (V.g. Ordenanza Municipal de Rosario (SF) N°4975/90 de diciembre de 2010, que incorpora al Reglamento de Edificación de la Ciudad exigencias aplicables a la construcción de edificios de “Aspectos Higrotérmicos y Demanda Energética de las Construcciones”).
*Profesor FAPyD, UNR. Máster de la Universidad Politécnica de Madrid. Consultor en Eficiencia
Energética, Patología y Física Aplicada en Edificación. Asesor Técnico de la Asociación
Argentina del Poliestireno Expandido AAPE y Consultor de BASF Argentina S.A.